Algarabía del son jarocho
- La elegancia de su vestuario y lo popular de su música, son una mezcla inigualable del sotavento veracruzano.
La algarabía, música, color y candor, son las características con las que se distingue la cultura jarocha del estado de Veracruz. Los movimientos al son de la música y las expresiones en cada una de sus representaciones sugestionan los sentidos de quienes pueden presenciar esta singular cultura.
El son jarocho inicia en la época colonial a principios del siglo XIX, desde la cuenca del río Nautla hasta la cuenca del Papaloapan, cuando se mezclaron la cultura española, africana e indígena. En los fandangos, los afrodescendientes tocaban sus percusiones que se mezclaron con las guitarras y jaranas españolas y los instrumentos musicales de viento que la cultura indígena ya poseía.
Las melodías, conocidas como pregones, generalmente van cantadas con una buena voz que emite versos graciosos que inspiran al espectador. La música es el motivo para que los bailarines realicen ágiles movimientos con el zapateado al ritmo del arpa y el son.
En cuanto al vestuario jarocho, no existe una vestimenta única, de hecho cada región cuenta con sus propias características, ya que mucho tiene que ver con los afrodescendientes de la época colonial. Ya estilizado, el traje de la mujer jarocha consta de un camisón o blusa y enaguas blancas de algodón. La falda que la cubre es elaborada de tela organza con tres olanes. Se colocan un delantal negro bordado de flores; en la cintura va un paliacate pendido, que ocupaban para secarse el sudor.
La elegancia de este vestuario resalta aún más con una mantilla sujetada por el frente con un camafeo. El cabello de la mujer es trenzado, cubierto con listón, flores y un cachirulo propio de los españoles.
En cuanto a los varones, su vestuario típico es una guayabera blanca de manga larga, con un paliacate amarrado al cuello, un sombrero y pantalón blancos.